Os lo voy a confesar, no me gusta nada la palabra “preocuparse”, pero nada, nada. Es anticipar problemas que no existen y emplear un montón de energía en lo que aún no sabemos si va a pasar o no. Yo hace tiempo que decidí no preocuparme de nada. Y no quiero que malinterpretéis esto que os digo. En lugar de preocuparme y darle vueltas y vueltas en mi cabeza a algo que no quiero que me pase, lo que hago es ocuparme, es decir, hacer todo lo que está en mi mano para que las cosas que yo quiero ocurran, para que lo que sí deseo que venga, simplemente suceda. Porque si haces lo que tienes que hacer, tarde o temprano lo que tú buscas te encontrará a ti. Si por el contrario te estás enfocando en lo que no quieres, de forma inconsciente lo estás creando, lo estás atrayendo, creedme que es así. ¿O es que nunca habéis oído hablar de la profecía autocumplida o efecto Pigmalión? Esto se da, en verdad existe y es una de las mejores técnicas para ser infeliz. Es casi como si fuera magia, la profecía de un suceso que no queremos nos lleva al suceso de la profecía. Es verdaderamente sorprendente como nuestro cerebro juega con nosotros, como nos conducimos inconscientemente exactamente allí donde temíamos llegar. Por eso yo siempre os digo que os enfoquéis en lo positivo, en las cosas que deseáis para vuestra vida y no penséis en lo que os preocupa o en lo que os da miedo, porque sin querer, lo estáis haciendo más grande. Es así, en lo que te enfocas se expande tanto si es positivo como negativo. De hecho el término “efecto Pigmalión” surge en el año 1960 gracias a Robert Rosenthal, psicólogo de la Universidad de Harvard, cuyo estudio realizado en un colegio se basaba en unos resultados positivos, en un cumplimiento positivo de la profecía.
El efecto Pigmalión es uno de los grandes ejemplos de cómo nuestros pensamientos crean la realidad.
Por eso es tan importante, no preocuparse, no pensar en todo lo malo que puede traernos la vida, sino todo lo contrario, ocupar nuestros pensamientos en crear cosas maravillosas y sueños que queremos realizar.
Como ejemplo de los estragos que puede causar tener malos pensamientos os regalo este cuento de Gabriel García Márquez titulado “Algo muy grave va a sucederle a este pueblo”:
´”Imagínese usted un pueblo muy pequeño donde hay una señora vieja que tiene dos hijos, uno de 19 y una hija de 14. Está sirviéndoles el desayuno y tiene una expresión de preocupación. Los hijos le preguntan qué le pasa y ella les responde: ‘No sé, pero he amanecido con el presentimiento de que algo muy grave va a sucederle a este pueblo’.
El hijo se va a jugar al billar, y en el momento en que va a tirar una carambola sencillísima, el otro jugador le dice: ‘Te apuesto un peso a que no la haces’. Todos se ríen. Él se ríe. Tira la carambola y no la hace. Paga su peso y todos le preguntan qué pasó, ¡si era una carambola sencilla! Y él contesta: ‘es cierto, pero me he quedado preocupado de una cosa que me dijo mi madre esta mañana sobre algo grave que va a suceder a este pueblo’.
Todos se ríen de él, y el que se ha ganado su peso regresa a su casa, donde está con su mamá, feliz con su peso y le dice: Le gané este peso a Dámaso en la forma más sencilla, porque es un tonto. ¿Y por qué es un tonto? Porque no pudo hacer una carambola sencillísima, según el preocupado con la idea de que su mamá amaneció hoy con la idea de que algo muy grave va a suceder en este pueblo. Y su madre le dice: No te burles de los presentimientos de los viejos, porque a veces ocurren.
Una pariente que estaba oyendo esto y va a comprar carne. Ella le dice al carnicero: ‘Deme un kilo de carne’, y en el momento que la está cortando, le dice: Mejor córteme dos, porque andan diciendo que algo grave va a pasar y lo mejor es estar preparado’. El carnicero despacha su carne y cuando llega otra señora a comprar un kilo de carne, le dice: ‘mejor lleve dos porque hasta aquí llega la gente diciendo que algo muy grave va a pasar, y se están preparando y comprando cosas’. Entonces la vieja responde: ‘Tengo varios hijos, mejor deme cuatro kilos…’ Se lleva los cuatro kilos, y para no hacer largo el cuento, diré que el carnicero en media hora agota la carne, mata a otra vaca, se vende toda y se va esparciendo el rumor.
Llega el momento en que todo el mundo en el pueblo, está esperando que pase algo. Se paralizan las actividades y de pronto, a las dos de la tarde, alguien dice: ¿Se ha dado cuenta del calor que está haciendo? ¡Pero si en este pueblo siempre ha hecho calor! Sin embargo -dice uno-, a esta hora nunca ha hecho tanto calor. Pero a las dos de la tarde es cuando hace más calor. Sí, pero no tanto calor como hoy. Al pueblo, todos alerta, a la plaza desierta, baja de pronto un pajarito y se corre la voz: ‘Hay un pajarito en la plaza’. Y viene todo el mundo espantado a ver el pajarito. Pero señores, dice uno siempre ha habido pajaritos que bajan aquí. Sí, pero nunca a esta hora.
Llega un momento de tal tensión para los habitantes del pueblo que todos están desesperados por irse y no tienen el valor de hacerlo. Yo sí, soy muy macho -grita uno-. Yo me voy. Agarra sus muebles, sus hijos, sus animales, los mete en una carreta y atraviesa la calle central donde todo el pueblo lo ve. Hasta que todos dicen: ‘Si este se atreve, pues nosotros también nos vamos’. Y empiezan a desmantelar literalmente el pueblo. Se llevan las cosas, los animales, todo. Y uno de los últimos que abandona el pueblo, dice: ‘Que no venga la desgracia a caer sobre lo que queda de nuestra casa’, y entonces la incendia y otros incendian también sus casas. Huyen en un tremendo y verdadero pánico, como en un éxodo de guerra, y en medio de ellos va la señora que tuvo el presagio, le dice a su hijo que está a su lado: ¿Viste mi hijo, que algo muy grave iba a suceder en este pueblo?.
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