¿Te has parado a pensar cuál es tu modus operandi en tu vida? ¿Vives anclado en la queja esperando que todo se solucione fuera?, o, por el contrario, ¿eres de los que hace todo por los demás y nadie se ocupa de ti?. Tal vez ¿te gusta controlar la vida de los demás?. Si te sientes identificado en uno de estos tres roles es muy probable que no estés viviendo en bienestar, es más, probablemente estés atrapado en un triángulo drámatico.
En 1950 el psiquiatra y psicólogo estadounidense Eric Berne publicó el libro “Juegos en los que participamos”, magnífica referencia para conocer el análisis transaccional y cómo el ser humano se comporta siguiendo unos roles. Según su teoría, las personas interactúan mediante sus tres “yos”, el yo padre que les incita a cuidar a los demás, el yo adulto que representa la individualización y el yo niño que quiere recibir cuidados. Posteriormente Karpman continúo con este estudio y dio el nombre a llamado Triángulo Dramático o Triángulo de Karpman. En este triángulo los roles de víctima, salvador y perseguidor se definen claramente y nos muestran la pauta de algunos comportamientos clásicos.
Seguro que conocéis a alguien, o tal vez seas tú mismo, que está siempre quejándose, que sólo cuenta las cosas malas que le pasan, todo el mundo le engaña, su trabajo es el más duro de todos, siempre necesita que le rescaten. Todo le pasa a él y nunca es por su culpa. Sólo los demás son responsables de su desgracia. Esta persona está viviendo en “modo víctima”. Puede que lo haga de forma inconsciente pero la víctima siempre encuentra beneficio en su forma de actuar, siempre encuentra a alguien que la salva y así consigue eludir responsabilidades.
Toda víctima tiene un perseguidor (o varios), puede ser una persona (su jefe, su pareja …) o puede ser una situación (la crisis, una enfermedad, …).
Para completar este “trío perverso” aparece el salvador que es esa persona ayudadora, que, a pesar de tener una intención honesta a priori, no se da cuenta que al querer ayudar a la víctima constantemente, la está impidiendo ser resolutiva por ella misma y buscar sus propios recursos y habilidades para salir de su situación. El salvador a veces tiene demasiado ego y cree que sólo gracias a él la víctima puede salir adelante.
¿Entonces no podemos ayudar a nadie? Claro que sí, pero desde la visión del otro como un ser pleno, libre, capaz y responsable. Desde el respeto a sus propias opiniones y nunca desde la creencia de que tú sabes más que el otro.
Si no quieres caer en este juego perverso, te invito a seguir los tres mandamientos de Karpman.
Primer mandamiento, no rescatarás a personas que puedan valerse por ellas mismas.
Segundo mandamiento, no ejercerás de víctima, manipulando a otros con sentimientos de culpa e indefensión, salvo que realmente no puedas valerte por ti mismo.
Tercer mandamiento, no perseguirás a otros, no volcarás tu ira y resentimientos contra las personas débiles y sumisas.
Si no cumples estos tres mandamientos, como penitencia, caerás en el triángulo dramático, donde los roles giran y giran, intercambiándose unos con otros impidiendo a todos sus participantes obtener una vida plena y feliz.
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